Virgen de la Amargura

Virgen de la Amargura

viernes, 25 de diciembre de 2009

FELIZ NADAL

Desde esta página os deseamos a todos unas FELICES FIESTAS y, como no, un AÑO 2010 que os mejore todo lo bueno del año anterior ;

lunes, 7 de diciembre de 2009

Navidad en Africa

En europa, la fiesta de la navidad se ha despojado de toda religiosidad y se ha convertido en un gran negocio. No solo esto, es en estas fechas cuando se produce el bombardeo de imágenes dramáticas de niños africanos con vientres hinchados y es cuando más dinero se recauda para proyectos de desarrollo en Africa.

Muchos europeos tal vez no sospechen que también en Africa es Navidad.

Por mi parte, ahora que vivo en europa echo de menos la alegría con la que se vive la Navidad en Africa. En Duala pasé cinco navidades y en cada una me maravillé con la manera en que la ciudad se convierte en una fiesta a medida que se acerca el día 25.

Las familias se agrupan. Acuden desde los pueblos del interior para ver a sus familiares de la ciudad, quienes les acoge en sus casas. Cada uno trae lo que puede, mangos, piñas, iñames, huevos, un pollo, una cabra, porque saben que la comida en la ciudad es cara. Y nunca falta.

Las puertas de las casas se dejan abiertas. No sólo para los familiares también los vecinos entran y salen, reparten bebidas cuando hay, reparten comida cuando se prepara. En Africa no hay cazuelas pequeñas ni mesas individuales.

Quien no tiene comida, reparte cacahuetes. Pone música. Acude a bailar. Quien no tiene, reparte mucho más.

Las familias han estado ahorrando dinero durante noviembre especialmente para comprar ropa nueva a los niños. Juguetes también se compran, a veces de segunda mano, de esos que llegan desde europa pintados y rotos, a veces de esos que venden los chinos, que se rompen al día siguiente. Es lo de menos, los niños reparten sonrisas a todos.

Es difícil dar un paso en la calle sin ser invitado a una cerveza. En Duala, es la época del año que más calor hace y no es sólo por el sol. Los bares se multiplican, llega un momento en que cualquier casa se convierte en bar, lugar de encuentro, ya la bebida es lo de menos, se termina pronto, ya cualquier lugar donde haya música basta para entrar, para dejarse inundar en una alegría que es la de todos.

El día 25 cada uno luce sus mejores vestidos, un cocktail de explendor de colores cubre en un momento las calles. Los niños, con su ropa nueva y sus sonrisas acuden a su grupo de coral para ensayar una vez más las canciones de Navidad. Las mujeres se reúnen en sus cofradías para acudir a misa y a la salida, a compartir la fiesta en "petit comité".

Por la noche, ninguna casa queda a oscuras. Los padres de la familia salen a los bares, a los restaurantes, a las fiestas donde les van invitando o se quedan en la fiesta propia de su casa. Recuerdo que en una de mis primeras navidades africanas tuve tantas invitaciones que pase toda la noche hasta el amanecer de una casa a otra.

En Navidad la fiesta vibra en cada casa, se respira a través de las ventanas y las cazuelas abiertas y se siente al ritmo de la música y de la risa.

En Africa también es Navidad.

Otras Navidades;en el pueblo judio

Aunque nada tiene que ver con la Navidad ni con Jesús, la Hanuca judía o "fiestas de las luminarias" ha adquirido en nuestros días un cierto parecido a esta tradicional fiesta del cristianismo.
La Hanuca, que inicia la noche del 25 de diciembre y dura ocho días, significa literalmente "inauguración" o "dedicación" porque narra la épica de un grupo de zelotes sacerdotales judíos en el siglo II antes de Cristo (a.C) que se alzó contra el Imperio griego.
La historia de esta fiesta es pues la épica lucha de independencia de los bíblicos israelitas contra los seleúcidas de Antíoco IV, contienda que concluyó en diciembre del año 165 antes de Cristo con la consagración del Templo de Jerusalén a Yaveh.
Los judíos habían reconstruido su templo unos siglos antes al regresar del exilio en Babilonia, y Alejandro Magno, al ocupar Judea, decidió preservar sus derechos religiosos.
Porque, según la leyenda, en sus sueños antes de salir a cada batalla había visionado a un anciano sabio que acabó encontrando en Jerusalén, Simón el Justo.
Pero la magnanimidad de Alejandro Magno concluyó a su muerte y al dividirse el Imperio griego y los judíos quedaron bajo el dominio, primero de los ptolomeos y, después, de los seleúcidas.
Fue Antíoco IV Epifanes (el divino) quien profanó y saqueó el templo de Jerusalén, colocó en su interior la imagen de Zeus y suspendió el derecho a practicar costumbres tan arraigadas como el descanso sabático o la circuncisión.
Debido a que en sus escudos aparecía la palabra hebrea "MaCaBi", acrónimo de la proclama de fe "¨Quién es como Tú, Dios?", los rebeldes pasaron a llamarse "macabeos", hoy nombre de numerosos movimientos juveniles judíos por todo el mundo.
Tras su victoria, los macabeos dedicaron de nuevo el templo de Jerusalén a su Dios, pero no encontraron más que una pequeña porción de aceite puro para encender el candelabro de siete brazos o "Menorá" que había en su interior.
La tradición cuenta que la porción duró milagrosamente para ocho días -el tiempo necesario para producir más aceite-, lo que explica la duración de la fiesta y la tradición de encender a diario una nueva vela, de forma acumulativa y hasta completar las ocho.
Dado que se trataba de una lucha contra la opresión externa, la fiesta de Hanucá se celebraba en la antiguedad como una fiesta nacionalista, pero siglos después, durante la compilación del Talmud, pasaría a tomar el carácter de una fiesta religiosa.
"Algunos explican que se debió a que en la posterior rebelión contra los romanos en el siglo I, con la destrucción del Templo de Jerusalén por segunda vez, los soldados romanos buscaban cualquier documento que oliera a rebelión", dijo el periodista judío Eli Levy.
Agregó que "por esta razón los sabios judíos de la época la transmitieron como fiesta religiosa y así ha pasado a nuestros días, más como un milagro divino que como un simple episodio histórico de la rebelión de un pueblo contra otro".
Y como fiesta religiosa, su coincidencia con la Navidad y el exilio de los judíos hasta el siglo XX, hizo que ciertas costumbres se entremezclaran, más allá de que numerosos líderes occidentales las celebren conjuntamente como símbolo de cohesión y tolerancia.
Es así como los niños judíos, sobre todo fuera de Israel, no reciben dinero, según su propia tradición, sino regalos como en Navidad.
Esto en un intento de muchos padres judíos de que jueguen con ellos como el resto de los niños que los reciben de Santa Claus o de Reyes Magos. En su caso, el "generoso benefactor" no podía ser otro más que "los macabeos", los legendarios zelotes del siglo II a.C.
Otra similitud es el uso de elementos navideños como nieve, cotillón, luces, bolas o serpentina, para adornar el entorno familiar, con la única diferencia de que en lugar del árbol habrá un candelabro de ocho brazo o "hanukia".
Al igual que el árbol, que en muchas casas puede verse desde la calle, también la "hanukía" suele colocarse cerca de las ventanas, a fin de que el viandante pueda verla desde afuera y recordar el milagro que ocurrió a sus antepasados bíblicos.
La mezcla de elementos de una y otra fiesta es aún más común en los hogares judíos en los que no se guardan las estrictas leyes ortodoxas de la alimentación (la "casherut"), y en las que no es extraño hallar productos navideños típicos según cada país.
También son típicas en una y otra religión las producciones y espectáculos infantiles, ya que tanto la Navidad como la Hanucá, a pesar de sus elementos espirituales, se han convertido con el correr de los siglos en el patrimonio de los más pequeños.
Así que si en la Plaza del Pesebre de Belén brilla estos días un árbol navideño para recordar la Natividad, no lejos de allí, en Jerusalén, brilla una gigantesca "hanukía" para recordar a los macabeos.
Una simbiosis ésta que no debe extrañar si se tiene en cuenta que Jesús fue judío y que, como tal, seguramente también celebraba la fiesta de Hanucá.